10 de enero de 2009

Cartas grabadas.


A pesar de la oposición religiosa, las cartas continuaron su expansión, como juego o para predecir el futuro. En Europa, el florecimiento del grabado en plancha de madera permitió que la fabricación de cartas se convirtiera en industria. Los pintores y fabricantes fueron inscritos en Nuremberg. Los clientes acomodados siguieron encargando barajas individualizadas a los artistas más importantes. A finales del siglo XV, el pintor y grabador Alberto Durero, después de ver una baraja de 98 cartas en Florencia, llamada Minchiate, regresó a Alemania y diseñó su propia versión.
El 1463, el pragmático rey inglés Eduardo IV aprobó una ley en la que no se prohibía el juego, sino la importación de cartas extranjeras. La fabricación de cartas había logrado un éxito tan importante que los fabricantes ingleses se sentían presionados y existía el grave riesgo de desequilibrar la balanza comercial.

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